Un tren parte siguiendo su recorrido, a apenas un par de paradas del final de línea. En su interior 253 pasajeros, cada cual con su propia historia a sus espaldas, sus propios anhelos y sus propias esperanzas y miedos. Sin saberlo, parten muchos de ellos hacia la muerte al descarrilarse el tren en el final del recorrido, y su salvación dependerá únicamente del azar. O, si lo preferimos, del destino. Ryman entreteje las vidas de estos 253 personajes, más todavía si contamos a sus amigos, familiares y conocidos, en 253 cuentos cortos de 253 palabras cada uno, distribuidos a lo largo de los 7 vagones del tren
El libro está concebido para su lectura en formato web, en un tramado hipertextual en el que nadie está aislado, y no es posible entender del todo la historia de ningún personaje sin enmarcarla en el todo superior. Sabemos, desde el primer momento, que este tren descarrilará, y somos conscientes de la cruel ironía que rodea a muchos de los personajes. Vemos cómo una decisión tomada en décimas de segundo los conducirá a la salvación o la perdición. La inmersión es total, en tanto que los personajes de la novela son los mismos personajes que encarnamos en nosotros mismos o nos encontramos en el día a día, con la salvedad de la distancia que separa Londres de nuestras ciudades respectivas, una distancia que empequeñece a medida que percibimos las similitudes entre ellos y nosotros.
En el vagón hay gente que se dirige a su trabajo, o vuelve de él, que va pensando en sus cosas, en las alegrías que la sustentan, en las miserias que la atenazan, o sencillamente se dedica a mirar a los demás y sacar sus propias conclusiones sobre ellos. Contamos con una ventaja sobre los protagonistas y es que conocemos sus más secretos pensamientos y también las motivaciones y las historias de aquellos otros viajeros con los que están relacionados. Conocemos su humildad, su bondad, su orgullo, su vergüenza, su alegría y también, como no, su locura y su maldad.
253 no es una novela de género. No encontramos en sus páginas ni una pizca de fantasía, los elementos sobrenaturales sólo están, si así queremos considerarlos, en la cabeza de los que creen en ellos, y no hay más terror que el de reconocerse a uno mismo, o a otros, en los personajes del libro. Sin embargo es una novela excepcional, por lo novedoso de su composición. No estamos en una novela común, sino en un experimento conceptual y formal que entronca directamente con el uso de las nuevas tecnologías, la utilización del hipertexto, y que pierde la mayor parte de su atractivo en su paso al papel. Se pierde pues el juego propuesto por el autor, puesto que la edición de Ajec no logra trasladar la inmediatez del hipertexto. Faltaría quizás resaltar aquellos nombres que tienen correspondencias en otras páginas, porque aunque sí que aparecen en un apéndice final, es muy cansado, e incluso molesto, tener que ir repasando ese listado.
La lectura del libro es, de forma prácticamente obligatoria, lineal, pese a ser posible el salto a algunos personajes en concreto, o bien, aleatoria y dispersa, fruto del capricho del momento. Podemos abrir el libro por cualquier página y leer las historias aisladas de los diferentes personajes, como si se tratase de un juego, y es que de eso se trata. Entre vagón y vagón, Ryman nos da pistas y consejos sobre como disfrutar de su libro y añadir nuevos personajes de nuestro acervo personal. Es pues, no sólo un experimento literario, sino un manual de uso para el autor amateur que se decida a emularlo.
El formato de la obra permite pues tanto un acercamiento puntual, en forma de mini cuentos de una página, con los que picotear entre horas, o su lectura secuencial a la manera tradicional. Para los aficionados a los relatos cortos y micro relatos, el libro resulta ágil y dinámico, pero los acostumbrados a narrativa más extensa pueden encontrarse ante una obra un tanto dispersa, que esboza, o deja entrever antes que muestra, y que no llega a desarrollar a fondo ninguna historia, lo cual no deja de reflejar una vez más el propósito del autor: de muchos personajes no sabremos más que de aquellas personas con las que compartimos el metro o el autobús cada mañana….
Como bonificación final, el libro comprime en una única narración secuencial los hechos cronológicos visibles durante el tiempo que dura el viaje y los primeros minutos del accidente, añadiendo un nuevo punto de vista a la narración.
En definitiva, Geoff Ryman ha creado una obra muy interesante e inteligente que debido a su gran originalidad merece que, cómo mínimo, le concedamos un vistazo. Estoy seguro que ese vistazo será encandilar a más de uno.
Si exceptuamos la publicación de El país irredento a comienzos de los años 90, Geoff Ryman fue un completo desconocido para el público español hasta la publicación de este 253 a manos de AJEC, pero su potencial como autor innovador ha hecho que otras dos obras suyas hayan sido publicadas en nuestro país: Aire, por Solaris ficción y El jardín de Infancia, por Roca Editorial. También podemos encontrar la versión interactiva online de 253 en su página web.