3.0, de José Ramón Vázquez

3.0

Cuando era chaval y devoraba los tebeos de Spiderman, había un personaje que me dejó catacróquer la primera vez que asomó por la colección, se trataba de Wilson Fisk, más conocido como Kingpin. Kingpin era el amo de los bajos fondos neoyorquinos, un tipo imponente, gordo y calvo que lucía un estilismo impecable al colorido estilo Marvel; gruesas cejas carismáticas, chaqueta blanca, pantalones moraos, chaleco naranja, bastón con joyaza que lanzaba rayos, pañuelo de seda y broche rhinestone. Un tipo que fumaba cigarrillos con boquilla, a lo Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, mientras repartía bofetones con la mano abierta a sus esbirros. Un cruce entre Marlon Brando, Jaime de Mora y Aragón y el muñeco de Michelín. Aparte de ser mi referencia en lo que a forma de vestir se refiere, lo que me flipaba de chaval, (porque yo era gordo y torpe y lo sigo siendo), era que esa gordura, motivo de mofa en mi entorno, Kingpin la convertía en un símbolo de respeto y de poder. Aunque quizá ayudara que Kingpin, a diferencia de un servidor, era rápido como el demonio y daba ostias como panes, claro está.

¿Y a qué demonios viene esta gilipollez en una reseña sobre una antología de cuentos de ciencia ficción, se estarán preguntando? Pues muy fácil, porque la forma de entender la cf que José Ramón Vázquez plantea en 3.0, la antología completa de sus cuentos, se parece mucho a Kingpin.

En la introducción a 3.0, Vázquez deja muy claro cuál es el concepto de ciencia ficción que escribe (tan claro que quizá sería mejor que se saltaran la reseña y visitaran su web para descargar el libro directamente. ES GRATIS) y los dos pilares en los que basa su obra. Uno, situarse en la larga tradición de la ciencia ficción de alcance social y político desde un posicionamiento claramente de izquierdas, en su caso a través de los personajes, los “Caballeros de Oxidada Armadura”, que no somos más que nosotros, los pringaos que hacemos de extras en la gran película de la Historia. Y dos, el concepto de “molonio”, es decir, el elemento pulp de la cf, las ideas locas, el espectáculo, el viejo sentido de la maravilla; los robots gigantes, los científicos locos, las mentes colmena, los asesinos transhumanos, las quinceañeras japonesas telépatas, el equivalente a esos kilos de grasa que avergüenzan e incomodan a gran parte de lectores, críticos y escritores del mundillo y que José Ramón prefiere lucir con orgullo, como Kingpin, convirtiéndolas en una implacable máquina de dos toneladas de repartir sentido de la maravilla. Porque lo queramos o no, forman parte de la herencia del género, son lo que la diferencian del resto y los que le proporcionan la potencia imaginativa. Y porque molan, qué demonios.

La antología arranca con “Bidesari”, un relato de ciencia ficción política cuyo estilo me ha recordado inmediatamente al John Shirley de la trilogía Eclipse. En este caso, el País Vasco ha declarado la independencia a su bola y la reacción del gobierno español no se hace esperar, bloqueo económico en tu cara. Así que el protagonista, el avatar del Caballero de Oxidada Armadura que encontraremos varias veces a lo largo de la antología, se busca la vida con el extraperlo en un ambiente opresivo, fatalista y enrarecido. A mí el relato me ha gustado mucho por el concepto, el background y la ambientación, pero el meollo argumental es una mera anécdota, quizá metáfora de la situación planteada, que me dejó frustrado, estaba interesadísimo queriendo saber más y de repente, zas, se acabó.

Lo mismo me ha ocurrido con los otros dos relatos de cf geopolítica que aparecen en la antología y que casi podría decirse que forman parte de un universo común; “Cóndor con alas de acero”, o la represión militar de un levantamiento popular en un país sudamericano. Es otro relato que me ha recordado a Shirley o incluso a Lucius Shepard, pero que no me ha acabado de convencer, puesto que se limita a narrar las últimas horas de Salvador Allende con cacharrería molona y marines de cf y ya. “Jihad”, otro cuento que me ha recordado poderosamente a Shirley, adolece de lo mismo; nazis, virus mutantes, terroristas árabes, espionaje, agentes superhumanos del Mossad al servicio de una historia estructurada en dos líneas argumentales, la versión oficial y la versión oficiosa que se superponen como fantasmas de la realidad, como la población palestina y los israelíes en los territorios ocupados y que deberemos recorrer al estilo de Rayuela de Cortazar. La propuesta es valiente, porque mancharse las manos con los conflictos más sangrientos y complejos del planeta es algo que ni escritores que se autoproclaman marxistas están haciendo abiertamente, pero no acabo de obtener un subtexto interesante de estos dos relatos, alguna carga de profundidad, no sé como expresarlo bien, alguna revelación o conocimiento, más allá de una película de acción bien narrada.

“Cuenta atrás” es una historia de ambientación cyberpunk cuya gracia radica en que está contado al revés. La referencia a Memento es obvia y el propio Vázquez la reconoce en sus comentarios al final del volumen. Se trata de un relato con abundancia de molonio cyberpunk, ingenioso pero escasamente memorable. Mucho más redondo resulta “Share Rider”, un relato que recuerda a Leyes de Mercado de Richard Morgan pero con mucha más mala leche. En esta historia se plantea una nueva línea de emprendimiento, la de los justicieros que se ganan la vida cargándose delincuentes de poca monta y retransmiten sus hazañas a través de la red. Empresas patrocinadoras sostienen el tinglado económico del invento según la cantidad de seguidores que sea capaz de reunir un justiciero en particular. Uno de los más patéticos, español madrileño para más señas, sobrevive apenas con esta ocupación, hasta que un día, por eso de recuperar una carrera en declive, se ve empujado a convertirse en el héroe revolucionario de pega de las masas. Un relato contundente, cínico, bruto y desalentador, porque, parafraseando al autor, la Revolución (si se produjese algún día) será en streaming, pero además estará patrocinada por las empresas del Ibex 35. “Libertad de mercado” es otro cuento en esta línea, un polvo de una noche mete a un periodista en la historia de su vida, investigando los tejemanejes de una enorme corporación del futuro. Urgente, inverosímil (esto no es, en absoluto peyorativo) y sardónico, tiene uno de los mejores chistes/giros finales que he leído últimamente.

Llegamos al relato que más me ha gustado de la antología, “Novedad en el Alcázar”. Una ucronía en la que el bando republicano de la Guerra Civil española tiene acceso al avanzado arsenal militar soviético, desde cazas supersónicos a grandes robots a diésel, con lo que el rumbo de la guerra es muy diferente al que nosotros conocemos. En este caso se nos narra el asalto definitivo a Toledo desde el punto de vista de un joven soldado que pilota uno de los roboces de acero, el propio abuelo del autor. En este relato es donde la fórmula molonio+Caballero de Oxidada Armadura obtiene mejores resultados y donde creo que Vázquez encuentra una voz totalmente propia. Todo funciona estupendamente en esta narración, la ambientación local, la naturalidad de los diálogos (junto a “Bidesari”, es el cuento mejor dialogado pero de lejos) y el sentido de la maravilla conseguido mediante la reformulación de la cacharrería pulp, empleada al servicio de una historia sobre la guerra y su impacto sobre los mindundis que la sufren.

Lamentablemente, el listón queda muy alto para “Veredicto”, un relato que no me ha gustado (como le ocurre al autor, a mí el western tampoco me hace tilín precisamente). De nuevo el protagonista es un pringao, el esbirro que matan en el asalto al banco a los cinco minutos de arrancar la película, pero que tiene también su historia y sus motivos, trágicos, para estar ahí, aferrando las peores cartas en una mesa llena de tahúres. El argumento me ha resultado algo tópico y la presencia ominosa de los Jueces es un concepto chulo que no aporta demasiado.

“El chico nuevo” es un cuento de cf (trans) humanista presentado en forma del diario de un alumno a cuya clase ha llegado un niño transhumano. El relato analiza con habilidad y acierto los mecanismos del miedo, el odio y sus correas de transmisión. El otro relato trashumanista, “El romance del siglo”, es un irónico cuento de hadas escrito al estilo de un reportaje periodístico sobre una trágica historia de amor legendaria entre un futbolista y una modelo, unos Marco Antonio y Cleopatra del futuro, y la fascinación, probablemente malsana, que la historia, la realidad novelada o el amor idealizado, ejerce sobre nosotros.

Me gustaría decir algo original de “Amplitud de probabilidad”, pero todo lo que me ha sugerido ya lo explica perfectamente el autor en sus notas finales. Es un relato muy ingenioso sobre un ser con superpoderes en un mundo en el que la magia se ejecuta con postulados científicos (o viceversa). Es como si el miedo atómico o la ciencia de tebeo que daban origen a los superhéroes Marvel se hubiese convertido en alquimia cuántica en manos de John Constantine. O mejor aún, imagínense una historia narrada desde el punto de vista del Hombre Molécula, escrita por el Warren Ellis de Planetary, empleando la potencia evocadora y lisérgica del lenguaje científico.

“TDT” es, definitivamente, el relato más ambicioso de la antología. En él, Vázquez nos presenta a una larva de oficina que después de una dura jornada de trabajo, se dispone a atiborrarse el cerebro de basura informativa. El cuento se estructura como un fix-up de nada menos que sesenta minirrelatos que satirizan la programación televisiva diaria con una leve progresión argumental; un objeto extraterrestre que se aproxima a la Tierra. Aunque el concepto del relato es bueno y varios detalles me han hecho mucha gracia, como ese Imperio de Nigeria en el papel del Enemigo de Occidente De Esta Temporada, o esa invasión extraterrestre como apocalipsis-semanal-para-acojonar que llevamos sufriendo desde hace ya casi quince años, el relato acaba por resultar fallido. Se nota que la retorcida imaginación de Vázquez se lo está pasando pipa generando molonio a toda pastilla, pero en mi opinión sufre del “síndrome Kirby”, el de la imaginación desbocada sin disciplinar, así que el relato acaba por resultar excesivo y me ha aburrido un pelín, algo que con ninguno de los otros cuentos, me hayan gustado más o menos, me había pasado. Tampoco le beneficia un tono que en ciertos momentos bordea el sermón, o al menos resaltan de forma demasiado evidente las opiniones del autor.

El último relato de la antología es “NeoTokyo Blues”, ganador del Ignotus al mejor relato en el 2013, que narra un breve amour fou entre un profesor fracasado y solitario y una adolescente con poderes telekinéticos en el paisaje mental de Tokyo. Se trata de una historia furiosamente romántica donde abrasarse en el fuego del amor y la muerte provocando el caos y la destrucción es preferible a continuar muertos en vida. Es, en mi opinión, el relato con mejor estilo (quizá sería más correcto decir “el más bonito”) de toda la antología, en el que se nota que el autor ha puesto mucho de sí mismo y en el que las metáforas futuristas, en este caso extraídas del manga y el anime, dotan de un exótico aliento poético a la tragedia de un hombre incapaz de trascender su vida gris, algo que sólo la ciencia ficción como la entiende José Ramón Vázquez, puede conseguir.

Y esto último es, en resumidas cuentas, lo que les espera cuando se acerquen a 3.0, ciencia ficción orgullosa de sí misma, que abraza la potente parafernalia futurista, las ideas locas que hicieron que nos enamorásemos del género, evitando el escapismo e integrándolas en relatos de abierto cariz político y social, en historias que hablan de nosotros y del mundo. No todos los cuentos son redondos, pero la propuesta funciona y promete interesantes logros en el futuro. Y les aseguro que, al menos, se van a divertir.

3.0, de José Ramón Vázquez
265 pp. E-book gratuito, descargable aquí.

2 comentarios en “3.0, de José Ramón Vázquez

  1. Jajaja, ostia, que vergüenza explicar un chiste estúpido.

    Nada, “roboces” es simplemente una forma chusca de escribir el plural “robots”.

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