Encontré referencias hace unos pocos días al hecho de que ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la célebre novela de Philip K. Dick en la que se basa Blade Runner, está parcialmente inspirada en un relato previo del autor. Se llama “La cajita negra”, está en el último tomo de los relatos completos de Dick y es un cuento verdaderamente interesante, que junto con “La fe de nuestros padres” prefigura los temas obsesivos de la última década de vida del californiano.
Los profesionales de las revistas populares estadounidenses de la época, en todos los géneros, acostumbraban a reciclar sus ideas para crear con ellas distintos contenidos. El proceso más habitual era—y lo sigue siendo hasta hoy— el de utilizar material empleado previamente en relatos para revistas, o bien prolongar esos mismos cuentos. Raymond Chandler, en el territorio de la novela policiaca, utilizó esta técnica con frecuencia, aunque luego retiró de cualquier antología posterior los relatos que habían sido, usando su propia expresión, “canibalizados”. Más tarde se han reeditado, en la línea de recuperar todo el material de un escritor que tampoco tiene tanta obra publicada.
Dick empleaba este recurso también en numerosas ocasiones. El caso más obvio es el de “Su cita será ayer”, un relato claramente superior a su prolongación, El mundo contra reloj, que quizá sea su peor novela (al menos de las publicadas). Un caso opuesto bien conocido lo encontramos en “Los días de Perky Pat”, afortunada génesis de Los tres estigmas de Palmer Eldritch.
“The Little Black Box” fue escrito en el verano de 1963 y apareció en la revista Worlds of Tomorrow, una de las menos distinguidas del género en esos momentos, en agosto de 1964. Según Lawrence Sutin, uno de los principales expertos en la obra de Dick, iba a formar parte de la novela The Ganymede Takeover, libro que permanece inédito en castellano en el momento de escribir este texto, pero quedó fuera finalmente.
Con todo, Dick tenía una alta opinión del cuento, razón que le llevó a reutilizarlo después. En sus notas a la antología The Golden Man, una recopilación selecta de relatos publicada en 1980, que se recoge en los volúmenes completos de Minotauro, escribió: «Me gustaría que leyeran este cuento en último lugar, puesto que está más cerca de reflejar mi credo que cualquiera de los otros relatos presentados aquí».
La idea central del relato es la única que tiene continuidad en la novela. Y precisamente es la idea básica que quedó totalmente descartada en la adaptación al cine: la del mercerismo, una extraña religión con elementos cristianos y budistas, y las cajas de empatía. En el cuento, el mercerismo es una religión emergente que los Estados Unidos y la China comunista—ya con rasgos ultracapitalistas, en la típica visión acertada de Dick que resulta difícil de explicar— se unen para perseguir. Dado que el mercerismo es una religión básicamente benévola, esa persecución refleja tanto las opiniones de Dick en la época sobre su gobierno —estaba en plena fiebre anti Nixon— como se hace eco de la lucha del Imperio Romano contra el cristianismo primitivo, uno de sus temas fetiche.
Sin embargo el relato deja la puerta abierta a un crecimiento del culto, y en cierta forma podría leerse como una precuela de Sueñan los androides… Lo que ocurre en el cuento no es incompatible con la novela, sino que bien pudiera desarrollarse en un momento anterior en el tiempo, cuando aún no se ha producido la guerra mundial definitiva que deja el planeta hecho un solar (escenario, una vez más, exactamente contrapuesto al de la película).
En ese mundo previo al apocalipsis, Wilbur Mercer está predicando de forma efectiva el credo que en la novela ya estará implícito al mencionarle: básicamente, el concepto de cáritas cristiana, «la estima que se profesan las buenas personas unas a otras», en lugar de empatía. La cáritas, muy en boga entre esos cristianos primitivos por los que Dick sentía un interés creciente ya en ese período previo a sus experiencias místicas, une a los creyentes y, para los gobiernos del relato, les deja un tanto indefensos ante una posible invasión extraterrestre.
En el relato ya aparecen las cajas de empatía, un mecanismo que idea una suerte de realidad virtual primitiva por la que los creyentes pueden vivir una comunión con el espíritu de Wilbur Mercer, sentir lo que él siente. Aquí se empieza a mencionar la que en la novela ya es la única experiencia posible con Mercer: entrar en su mente cuando inicia el ascenso a una colina en la que es apedreado por unos observadores desconocidos, y morir al llegar a la cima.
En este cuento, el ascenso es algo que se intuye, mientras que en la novela es la única experiencia posible con las cajas de empatía: el ascenso, recibir golpes, hasta vivir una y otra vez la muerte del profeta. Compartir el dolor de Mercer es «igual que la última cena», algo que resulta evidente en la novela pero no se dice de forma explícita, como sí ocurre en el cuento. Además, la experiencia se comparte con otras personas conectadas por todo el mundo, con la que se puede llegar a un cierto intercambio de emociones.
En ninguna de las dos obras el origen de Mercer queda definido: «En el relato nunca llega a quedar claro si Mercer es un invasor de otro mundo. Debe de serlo, en el sentido en que lo son todos los líderes religiosos, pero no en un sentido estricto, claro», explica Dick en las notas al relato.
Como ya mencionaba antes, es muy curioso que todo este primer acercamiento a los temas místicos de Dick quedara completamente anulado en la película, que además se empezó a rodar en los últimos meses de la vida de Dick, cuando prácticamente ya había abandonado la redacción de su Exégesis porque daba por resueltas e incuestionables todas sus dudas místicas. Hay otros temas con referencias en el metraje, como el de la extinción de los animales, que aunque no se tratan explícitamente en Blade Runner sí forman parte de su tejido.
Sin duda fue ese desinterés por lo que a Dick le parecía el eje de la novela lo que le hizo criticar inicialmente el proyecto de Hollywood. En una entrevista recogida por la última edición en DVD de la película, el escritor señala: «El tema de Sueñan… es que Rick Deckard pierde la condición de humano al perseguir y cazar a los droides, porque termina por convertirse en uno de ellos. Para Ridley, según me dijo, eso era algo demasiado intelectual, y no quería hacer una película esotérica. (…) El androide es una metáfora de las personas sin empatía».
El mercerismo, que se explica de forma más detallada en “La cajita negra”, es precisamente una realización completa de la empatía. Su anulación en la película explica la diferencia básica entre la visión de los androides de Dick y la de Ridley Scott. Y que quizá sea la razón básica por la que la novela es en tantas ocasiones denostada en comparación con la película: al margen de sus incontables diferencias puntuales, existe una de carácter básico.
«La mayor diferencia entre la visión de Ridley Scott y la mía es que para mí los replicantes son deplorables, porque no tienen corazón, son totalmente egoístas, no les importan los demás, y en mi opinión son entidades inferiores a los humanos por ese motivo. Ridley dice que los ve como supermanes que no pueden volar: más listos, más fuertes, con mejores reflejos que los humanos. Esa es la gran diferencia. yo los veo como una simulación de los humanos y él como alguien literalmente superior», señala Dick en las mismas entrevistas. Al no poder sentir el mercerismo, al ser incapaz de la empatía, el Roy Baty (con una sola t) de la novela nunca habría podido intentar compartir sus emociones perdidas como lágrimas en la lluvia.
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Fantástico artículo. A los que nos apasiona Dick aprender algo nuevo siempre se agradece.
Es interesante este artículo y me dio el conocimiento de la precuela que leeré. Ahora mucho sobre el replicante de Scott y el androide de Dick me queda bastante claro, porque justamente eso fue lo que me pasó al ver la película y leer el libro: Quise a los replicantes de la película pero odié con toda mi alma los androides del libro, justo como Dick quería. También me dio rabia el comportamiento del Deckard del libro después de “enamorarse” de Rachael, pero digamos que se le perdona. Y paso del mercerismo, prefiero mil veces la película.
La parte que dice que en “ninguna de las dos obras el origen de Mercer queda definido” es una cuestión a medias, pues al final del libro Buster anuncia muy claramente el origen y la estafa del mercerismo. Mercer es un actor y la realidad virtual de la caja empática se diseñó en un estudio de cine. Lo que realmente no se sabe es quienes y porque lo hicieron. Por dinero y control, seguramente.
No te das cuenta que los malos son los androides no Mercer? Es lo que intenta decir Philip K Dick.
Para Dick los errados serían los androides, ya que en su falta de empatía no pueden entender que el ser humano siempre va a tener alguna clase de fé y mantener en cierto modo sus creencias, por más que le revelen que estas están basadas en algo absurdo o ridículo.
Pero al mismo tiempo plantea al mercerismo como una especie de herramienta de control por parte de alguna entidad superior (gobierno o quién sabe qué) así que está abierto a la ambigüedad.