Mercedes Lackey es una autora de literatura fantástica extremadamente prolífica. Muchas de sus novelas están emplazadas en el país imaginario de Valdemar y organizadas en forma de trilogías independientes de fantasía épica que siguen las peripecias de algún personaje importante de la historia de ese país. Otra de sus series más destacadas se titula Elves on the Road, y está ambientada en una sociedad contemporánea en la que también conviven elfos, magos, vampiros y demás seres míticos.
Esta novela, Las flechas de la reina, es la primera ambientada en Valdemar, y da inicio a la trilogía Heraldos de Valdemar que sigue la historia completa de su protagonista, Talia. No obstante, este primer libro puede ser leído de forma independiente: desarrolla una historia completa por sí misma. La novela es un típico bildungsroman. Cuenta las aventuras de una joven campesina que se siente fuera de lugar en la austera comunidad fronteriza en la que ha nacido, ya que su cabeza está llena de sueños y amor por las aventuras sobre las que lee en los pocos libros que posee, siempre que puede robarle algún instante a sus obligaciones.
Tras huir de su casa al averiguar que su familia planea casarla cuando cumpla trece años, Talia se encuentra con un ser con apariencia de caballo pero que, sin embargo, da muestras de una viva inteligencia. Se trata de Rolan, uno de los míticos compañeros que comparten las aventuras de los heraldos. Los heraldos son un grupo de servidores del reino, mezcla de exploradores, diplomáticos y guerreros, capaces de comunicarse telepáticamente con sus monturas. Rolan la invita a subir sobre sus lomos y la lleva hasta Haven, capital de Valdemar. Allí Talia descubre que Rolan la ha elegido para ser su jinete y, por tanto, convertirse en uno de los heraldos. Antes de eso, la joven tendrá que prepararse para esa responsabilidad estudiando junto con otros futuros heraldos en el Collegium, cuya sociedad abierta y permisiva contrasta vivamente con la comunidad en la que ha crecido Talia. No obstante, el momento de servir a su país le va a llegar antes de lo previsto. Por circunstancias ajenas a su voluntad llega a su conocimiento la existencia de una perversa conspiración contra la reina de Valdemar y la princesa heredera.
El lector puede pensar que todo esto parece muy tópico, y acertaría de lleno. La única variación con respecto al manual es el detalle de que la protagonista sea de sexo femenino y la atención que se presta a asuntos como la discriminación de la mujer. Esto coloca a Lackey en el grupo de autoras de literatura fantástica que suelen ocuparse de temas feministas, junto con Marion Zimmer Bradley o Sheri S. Tepper, pero ello no resulta suficiente para sacar la novela de la rutina. Todos los ingredientes habituales están ahí, sin apenas un giro que lo distinga de lo esperado. El estilo es sencillo, sin ningún tipo de adorno estilístico, pero el fondo también es extremadamente simple.
En cuanto a la descripción del escenario, resulta deficiente. Lackey se fija en los detalles que le interesan, principalmente los referentes a los heraldos, pero en ningún momento da la sensación de que Valdemar sea un país real y complejo, con su propia existencia fuera de lo inmediato de la trama. No queda claro si el nivel tecnológico está más cerca del medieval o del renacentista. Por ejemplo, Talia posee desde el inicio varios libros, sin que se comprenda muy bien qué hacen esos libros en medio de una comunidad tan cerrada y retrasada como la suya. ¿Son libros manuscritos o existe la imprenta en Valdemar? Los personajes, por otra parte, no están desarrollados de forma interesante. Apenas se presta atención a las relaciones de Talia con el resto de estudiantes y su crecimiento como personaje se ve dificultado por lo bien que hace todo y por la tendencia de la autora a informarnos de sus cualidades en vez de mostrárnoslas.
La historia también es excesivamente sencilla, llegando a veces a niveles de ingenuidad dolorosos. La trama para destronar a la reina, así como los intentos de asesinato contra la propia Talia, sólo pueden ser calificados como pueriles. Por otro lado, todos sabemos que buena parte del atractivo de estas novelas de aprendizaje es la posibilidad del lector de verse reflejado en el protagonista y disfrutar de esa forma aventuras que le gustaría experimentar pero que en la vida real son muy improbables. Sin embargo, en este caso la autora peca por exceso. La protagonista es demasiado perfecta en todo y, para colmo, los éxitos le llegan a menudo porque sí, sin que medie esfuerzo real por su parte. Así, Talia no es un heraldo normal. Es la que mejor vínculo telepático tiene con su compañero, y también es la que está destinada a ser consejera de la reina y tutora de la princesa heredera.
En definitiva, se trata de fantasía juvenil. Sin embargo, mientras que la buena fantasía juvenil puede ser disfrutada por adultos, ésta no la recomendaría para lectores más curtidos. De hecho, como he argumentado alguna vez cuando alguien defiende a la Dragonlance y demás franquicias diciendo que son una buena lectura para jóvenes, tampoco la recomendaría para ellos. Es decir, no niego que los lectores jóvenes, que aún no han perdido la capacidad de maravillarse con cualquier historia, puedan disfrutar de ella… pero aunque así sea, habiendo buenas novelas entre las que elegir, ¿qué necesidad hay de conformarse con las mediocres? Quizá sí pueda ser un buen regalo para lectoras jóvenes aficionadas a la fantasía épica, para los que no resulta fácil encontrar personajes femeninos con los que identificarse.
Poco más se puede añadir. Existen menciones relativamente frecuentes a relaciones lésbicas entre varios personajes que, sin ser en ningún momento gráficas, sí que resultan poco habituales en una novela dirigida a un público tan joven. Por lo demás, la historia se deja leer y es rápida, pero es difícil disfrutar realmente de ella salvo que uno desconecte el espíritu crítico. Me sorprende que La Factoría haya apostado por esta obra dentro de su colección Solaris Fantasía. Aunque tenga sus variaciones de calidad, en general esta colección nos está acostumbrando a un mayor nivel. Incluso dentro de la bibliografía de Mercedes Lackey existen al parecer otras novelas mucho más digeribles por el público adulto.
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