Viaje desde el ayer, James P. Hogan

Viaje desde el ayer

Viaje desde el ayer

La verdad es que alguien debería de explicarles a los responsables de la colección Ómicron que James P. Hogan no es un autor que merezca mucho la pena divulgar. Si Herederos de las estrellas, su única obra publicada hasta hace un año, pasó sin pena ni gloria por algo debió ser –diga lo que diga Miquel Barceló, uno de sus pocos defensores–. Operación Proteo, su resurrección en el mercado español de la mano de Ómicron, era, como poco, discreta –de ella ya hablé aquí hace unos meses–. Y este Viaje desde el ayer no deja de confirmar la tónica predominante hasta ahora: Hogan es un autor mediocre y de segunda fila.

Y eso que esta novela es lo mejor que ha publicado en nuestro país. Pero, no lo olvidemos, lo mejor de Hogan sigo siendo lo mejor de un narrador poco dotado. En líneas generales parte del fallo de la novela viene dado por su edad. Publicada originalmente en 1982, cuando la Unión Soviética parecía invencible, la premisa inicial de la obra, la amenaza –finalmente hecha realidad– de una conflagración nuclear entre rusos y occidentales, ha quedado tremendamente obsoleta. Incluso obviando esto, una gran parte del libro no deja de tener un aire anticuado y trasnochado: la solución ante el posible exterminio de la raza humana consiste en mandar a otro planeta una serie de embriones congelados en una sonda robot. Pasados unos decenios, la Tierra se ha recuperado de la guerra atómica y decide mandar una lenta nave estratocolectora para hacerse con el control del nuevo planeta.

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