La misión del Bufón, de Robin Hobb

La misión del BufónLos libros de Robin Hobb pueden resultar intimidantes para quien no está acostumbrado a acercarse a la fantasía heroica que copa los top de ventas. Salvo su opera prima, Aprendiz de asesino, superan irremediablemente las 700 páginas. Esta inclinación por las novelas extensas es una consecuencia de su marchamo personal como narradora y su gusto por relatos donde destacan la ausencia de elipsis y la atención prestada a los pequeños detalles, descritos casi siempre con la minuciosidad reservada a los momentos importantes. Características que pueden poner a prueba la perseverancia de los lectores más templados, tal y como se comprueba durante las 200 primeras páginas de La misión del Bufón.

La novela retoma las desventuras de Traspié Hidalgo Vatídico tras la última entrega de El VatídicoLa búsqueda del asesino, y funciona como inicio de una nueva trilogía situada tres lustros más tarde. Ante este salto, quizás lo más sensato hubiera sido continuar la narración como si se tratara de un volumen más de la autobiografía de Traspié. Sin embargo Hobb se obliga a otorgar carta de naturaleza a los nuevos lectores llegados a su obra. Así, de una manera un tanto fallida, convierte su primer cuarto en un pseudo nuevo comienzo e imbuye al lector en el personaje mediante su vida cotidiana en un lugar apartado de los Seis Ducados; una granja donde emplea sus días haciendo la casa, cuidando a las gallinas, bajando al pueblo a vender los huevos y cazando con su lobo, Ojos de noche. Labores mundanas sobre las que planea la sombra de todo lo vivido a lo largo de su infancia y adolescencia.

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