The Quiet Woman, de Christopher Priest

The Quiet WomanDe todas las novelas escritas por Christopher Priest, The Quiet Woman es probablemente la menos conocida. Aun cuando forma parte de su etapa de madurez, publicada a mitad de la década que separa El glamour de El prestigio, se ha mantenido en un oscuro segundo plano eclipsada por cualquier otro de sus títulos, a excepción de su labor garbancera a sueldo de productoras audiovisuales. Después de haberla leído entiendo mejor el por qué: The Quiet Woman aqueja un tremendo desequilibrio entre su trama, una intriga criminal alrededor de un asesinato, y el subtexto establecido a su alrededor. Y aunque esa falta de estabilidad no llega a convertirla en ilegible, sí puede resultar un tanto molesta.

Todo empieza cuando Alice Stockton se entera de la muerte de Eleanor Traynor, una mujer con la que había intimado tras haber emigrado de Londres a Wiltshire. Alice buscaba en la campiña una vía de escape a su divorcio y estaba entregada a la escritura de una de sus obras de no ficción sobre mujeres. Pero no parecen buenos tiempos tampoco en esta faceta: ese último libro se ha topado con los censores. Se han quedado con la versión final de su último manuscrito y no hay manera de descubrir cuál es su problema. Esta vulneración de su libertad de expresión es la puerta de entrada a una realidad diferente a la nuestra, uno de los grandes aciertos de The Quiet Woman; cómo se introduce un Reino Unido distópico donde el gobierno ejerce, desde las bambalinas, un férreo control sobre la vida de sus ciudadanos.

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D de Destructor, de Ramón Muñoz

D de Destructor

Una de mis muchas lagunas lectoras en cuanto a fantasía, ciencia ficción, terror, literatura fantástica en general, se refiere, es la de los autores españoles (aunque más lamentable aún es mi ratio de libros escritos por mujeres, actualmente se encuentra en un paupérrimo cinco sobre cincuenta reseñas escritas en total, de las cuales sólo una fue positiva). Desconozco la razón, quizá se trate de un mecanismo mental involuntario en mi anárquica forma de escoger lecturas, la asunción profunda a nivel inconsciente de la (falsa) premisa de que el fantástico es un género fundamentalmente anglosajón y qué mejor que ir al original. O es quizá envidia de que la misma persona que me precede en la cola del Mercadona abarrotado un sábado a las doce y media de la mañana pueda estar fabulando otros mundos mientras yo sólo llego a odiar muy fuertemente mi vida y las decisiones que me han llevado a ese preciso momento espaciotemporal. O mejor aún, como manda el tópico perezoso, todo crítico literario es un escritor frustrado y yo no iba a ser menos. Bueno, no del todo, aunque como casi toda persona muy lectora he intentado emular a mís ídolos, enseguida me di cuenta de que aquello no era lo mío, escribir un relato, una novela, es una cosa dificilísima completamente fuera de mi alcance.

Bueno, les largo todo este rollo en plan excusatio non petita, pero que sinceramente es algo que me reconcome, para celebrar que llego a las dos, DOS, reseñas de autores españoles en un sólo año. En este caso se trata de D de Destructor la antología de relatos de Ramón Muñoz que ha publicado Cyberdark en su colección de antologías de autores españoles. ¿Y por qué he escogido la antología de Ramón Muñoz?. Pues porque a finales de los noventa, en la revista Gigamesh, entre relato de Greg Egan y relato de Greg Egan, su cuento “Días de tormenta” me impactó muchísimo, un relato a la altura del mejor Lucius Shepard.

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Fantasma, de Laura Lee Bahr

FantasmaFantasma es el tipo de libro al que no habría llegado de no estar enchufado a twitter, goodreads y tres o cuatro blogs donde ha recibido excelentes calificativos. También, es la típica lectura de la cual habría disfrutado más de no haber conocido sus claves principales antes de su lectura y haberlas descubierto sobre la marcha. Sin embargo, prácticamente cada reseña que he leído sobre él, el texto de cubierta trasera o el propio prólogo explicitan con tal claridad su naturaleza que me han hurtado dicha posibilidad. Ahora mismo, a la hora de recomendarla, estoy en la disyuntiva de recaer en ese lugar común o intentar aproximarme a sus virtudes por caminos aledaños; más pedantes y menos concretos, supongo.

Fantasma es una narración llena de sentido e intención. Su autora, Laura Lee Bahr, utiliza las tres personas verbales para construir un discurso variado, ajustado al propósito de sus protagonistas. La primera la pone en acción Sarah, una supuesta (calificativo del que espero no abusar porque la novela abunda en posibilidades) fantasma víctima de un crimen poco claro. Su papel es el de cicerone, en especial cuando a través de la segunda persona interpela al lector, actual inquilino de su antiguo apartamento y enfrentado a todo tipo de enigmas: quién es ella, por qué se interesa por ti, qué le ocurrió, cuál era su relación con un periodista, Simon, el personaje al que seguimos a través de la tercera persona y con su propio vínculo con el lector.

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Yo soy Espartaco, de Kirk Douglas

Yo soy EspartacoRecientemente tuve la oportunidad de ver Trumbo, un documental escrito por su hijo. En él glosa la vida del miembro más destacado de los diez de Hollywood; el grupo de guionistas y directores a la cabeza de la lista negra durante la caza de brujas del senador McCarthy. Un excelente repaso a la vida, obra y pensamiento del guionista de Vacaciones en Roma o Papillon. Aparte de por su defensa de las convicciones personales por encima de cualquier intento por plegarlas a otros intereses, destaca por varias cartas escritas por Trumbo e interpretadas por actores como Joan Allen, Paul Giamatti, Michael Douglas o Liam Neeson. Monólogos repletos de ingenio, en varios caos ciertamente emocionantes.

Uno de los puntos que toca, con brevedad, es el papel desempeñado por dos películas, Espartaco y Éxodo, a la hora de acabar con la hipocresía de las listas negras. Hasta ese momento (finales de la década de los 50) parte de los incluidos se saltaban la prohibición acudiendo a seudónimos y a la colaboración de conocidos que firmaban como suyos los guiones de los boicoteados. Mientras buscaba información adicional llegué a este libro de Kirk Douglas en el que el intérprete de Senderos de gloria, Duelo de titanes o Los Vikingos expone sus recuerdos sobre el Hollywood de los 40 y los 50, cómo vivió la histeria anticomunista y su visión del rodaje de Espartaco, la película que incluyó por primera vez entre sus títulos de crédito a uno de los diez de Hollywood (basada además en la novela de otro represaliado, Howard Fast). La  perspectiva de un liberal que, si bien nunca dejó que sus ideas se pusieran por delante de su trabajo, tampoco dejó que ninguna visión externa afectara a su labor delante y detrás de las cámaras.

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Cronomoto, de Kurt Vonnegut

CronomotoAunque Vonnegut solía hablar de Cronomoto como si fuera su última novela, me cuesta hablar de ella en tales términos. Tanto por estructura como por discurso soy más partidario de calificarla como su testamento literario. En el amplio e indefinido territorio entre la realidad de la ficción, Cronomoto es un compendio un tanto deslavazado de sus grandes leitmotivs. Una sucesión de pequeñas ficciones, anécdotas, remembranzas a través de las cuales el autor de Madrenoche y Cuna de gato se retrató una última vez una década antes de morir.

En apariencia, Vonnegut articula este vademécum alrededor del cronomoto, una broma cósmica durante la cual el universo revive los diez últimos años de vida. Un período donde el libre albedrío queda suprimido y todos y cada uno de los seres humanos sobre la faz de la Tierra se ven obligados a experimentar de nuevo sus existencias tomando las mismas disyuntivas, incapaces de evitar las malas decisiones, escapar a muertes que ya han vivido… La humanidad queda atrapada en una suerte de vida sobre raíles, un film del que son guionistas y actores, atados a una tediosa pantomima en la cual sólo pueden dejarse llevar. Sin embargo las ganas de Vonnegut de ir más allá en el tiempo y el espacio pronto se hacen evidentes. Lejos de constreñirse a este fenómeno, se acerca a la vida de sus antepasados en EEUU, su experiencia mientras era soldado en la Segunda Guerra Mundial, su vida en familia y su relación con sus mujeres, hermanos e hijos, y se proyecta al futuro cercano para explorar las consecuencias del acontecimiento.

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Planos del otro mundo, de Ryan Boudinot

Planos del otro mundoEn cuestión de poco tiempo, Pálido Fuego se ha transformado en una de mis editoriales de referencia. Gracias a la publicación de Vollmann, Coover, Wallace y un interesante abanico de autores, muchos desconocidos para mí, me mantengo atento a su catálogo y las novedades por las que apuestan. Del autor de Planos del otro mundo, Ryan Boudinot, no conocía nada, lo mismo que de una obra en cuya contraportada se compara con casi una veintena de referencias que van desde Chuck Palahniuk a Philip K. Dick, China Miéville o los hermanos Coen. En fin, de vez en cuando apetece entrar a ciegas en una novela.

Leer Planos del otro mundo exige abandonarse a la narración y creer en la historia desde las primeras páginas. En el primer capítulo se presenta a Woo-jin, campeón mundial de lavaplatos que trabaja en una franquicia de hamburguesas y vive en un lugar desolado de Norteamérica. Comparte caravana con su hermana, una mujer horriblemente obesa a la que pagan por extraerle componentes de su cuerpo. Una tarde al regresar del trabajo encuentra un cadáver y, tras informar a la policía, al día siguiente vuelve a encontrar el mismo cadáver. En realidad es otro distinto, pero según la autopsia es idéntico al primero; en la hora de la muerte y cada detalle de su cuerpo es una réplica exacta.

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